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19 de febrero de 2018

El genoma


La sociedad del “bienestar”, es consecuencia del malvivir de sus ciudadanos

Se avecinan malos tiempos para los futurólogos y los adivinos. Porque el genoma, o mapa genético de cada persona, podrá facilitar en un futuro no muy lejano, la predisposición que tiene cada individuo de contraer determinadas enfermedades. Nuestro estilo de vida actual, ha alterado la arquitectura de los genes contenidos en nuestras células. El estrés, el creciente sedentarismo, así como una alimentación inapropiada, unidos a las escasas horas de sueño, son factores que han contribuido al desarrollo de nuevas patologías.

Las infecciones que hasta hace años, eran la principal causa de mortalidad, han sido superadas por las patologías cardiovasculares, el cáncer y la diabetes. Para combatir estas enfermedades, la medicina nutrigenómica (rama que estudia los efectos entre la alimentación, y la genética humana), invita al hombre actual a reconciliarse con su cuerpo, y a comer en función de la información contenida en nuestros genes, por medio de la prescripción de dietas personalizadas. Lo curioso del tema, es que estas enfermedades actuales, afectan de una manera especial, a las clases más bajas de los países desarrollados. Es decir, la mal llamada sociedad del “bienestar”, es consecuencia del malvivir de gran parte de sus ciudadanos. Y lo verdaderamente contradictorio, es que algunos médicos, pertenecientes a esta rama, recomienden comer de todo con moderación. Ya me dirán entonces, qué sentido tiene, someterse a dicho programa. Si los médicos no predican con el ejemplo, y son tan laxos con sus recomendaciones, ¿con qué motivación van a seguir éstos, sus respectivos tratamientos?

Cabe por lo tanto recordar que los intentos de esta ciencia de vanguardia, es corregir estos hábitos alimenticios, y adaptarlos a la vez, a nuestra información, y a nuestra predisposición genética. Pero antes de poner en práctica esta técnica preventiva y revolucionaria, la sociedad deberá tratar de forma abierta este debate, con el propósito de ir incorporando nuevos profesionales, y de adaptar el actual marco jurídico, con el fin de ir despejando preguntas, como si por ejemplo, es legal acceder al genoma de un recién nacido, sin su consentimiento. O si es procedente que una compañía de seguros, solicite al cliente esta información personal, antes de contratar la póliza. Por no decir, que profesional médico va a ser el encargado de explicar esta información tan sensible a su propietario.

El esfuerzo de estos profesionales sinceramente es encomiable, pero cabría preguntarse, si la alimentación por sí sola, será capaz de conseguir sus objetivos. Para ello se hará imprescindible reforzar dicha técnica, con otro tipo de medidas que combatan el estrés, por medio de técnicas de relajación como el yoga, o de determinados ejercicios específicos, adaptados a cada caso. Para ello será necesario que la clase política se conciencie, y facilite a los ciudadanos una vida menos estresante y más conciliadora.
El estudio del genoma, no debiera servir solo para hundir psicológicamente al paciente con sus miserias, sino que debiera detectar también las potencialidades de la persona, con objeto de motivarla lo suficiente en el seguimiento de este interesante proyecto. Se trataría en definitiva, de contribuir a hacer en el futuro, una sociedad más feliz. No cabe duda que la implantación de este programa, al sistema público de salud, ahorraría muchos gastos, a las deterioradas cuentas de la Seguridad Social.

El futuro suele llegar más pronto de lo que pensamos. Por eso, no sería extraño imaginar que dentro de unos años, nuestro historial médico tuviese incorporado un archivo con nuestro genoma. La medicina también tiene sus fallos, motivo por el cual, será de vital importancia establecer las correspondientes medidas de control, y de seguridad, antes de informar al hipotético enfermo.

¿Se imaginan que después de una vida a dieta, de vivir y ser tratado como un enfermo imaginario, se entera que el estudio de su genoma, es el de otra persona?

José Luis Meléndez. Madrid, 4 de marzo del 2017

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