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11 de diciembre de 2017

Los grandes olvidados

La bondad quedará relegada de forma exclusiva a los humanos, y los animales y las plantas, serán sacrificados, para nuestro deleite decorativo y gastronómico

Son los grandes olvidados de los incendios. Los más vulnerables e indefensos. Los animales domésticos mueren cercados o amarrados. Los que campan libres, y logran escapar, huyen despavoridos y desorientados, intentando volver con sus familias a sus guaridas. Las especies que viven bajo tierra, como los reptiles, los topos, los roedores o los conejos, quedan atrapados por el fuego que cubren sus casas y mueren asfixiados y "horneados" en el interior de sus madrigueras.

Hace más de una década, gran variedad de flora y de fauna marina desaparecieron de las costas gallegas, como consecuencia de la actitud irresponsable del hombre. Todo el mundo recuerda las imágenes de las gaviotas y de los peces aún con vida, cubiertos de chapapote, atrapados e inmovilizados por la viscosidad y el fuerte olor del petróleo. De la muerte lenta y agónica de multitud de animales y de plantas, que provocó la catástrofe del Prestige.

La escasa implicación, y la pésima gestión de la catástrofe por parte de la Administración de entonces, hicieron que los gallegos, ecologistas y voluntarios procedentes de toda España, acudieran a limpiar las costas gallegas. Hoy gracias a la entrega generosa y altruista de aquellas personas, ese mar limpio les recuerda y les devuelve agradecido el reflejo de sus rostros, a todos aquellos que entonces se acercaron a sus orillas. Pero nunca olvidará las largas ausencias, las prolongadas tardanzas, ni las frías comparecencias e indiferencias institucionales.

Nadie imaginaba que 15 años después, las mismas Administraciones (autonómica y central), iban a verse de nuevo superadas en sus competencias, ante la propagación de numerosos focos de incendios provocados, que han tenido lugar este verano. Muchos españoles y gallegos, han vuelto a sentir la rabia y la impotencia que produce el ver como en unas horas, se pierden los esfuerzos de toda una vida: granjas, casas y vidas humanas. Como la que entregó Marcelino Martínez, vecino de Carballeda de Avia (Ourense), al intentar salvar su rebaño de ovejas.

Una vez más, la sociedad civil, representada en esta ocasión por un grupo de 25 voluntarios, se ha dado cita en el mes de octubre en Ponte Caldelas (Pontevedra). Entre los objetivos de la batida, la busca y en su caso el auxilio, de esas otras víctimas animales, que han logrado sobrevivir a los incendios de hace tres días. Por eso han llevado, entre otros alimentos, en el interior de sus mochilas, pan, fruta, sacos de pienso, verdura, los cuales serán de gran ayuda, para la supervivencia de algunas especies incapaces de encontrar comida en un bosque ennegrecido y desolado por las llamas.

Desde Madrid, adelantándose a la burocracia política, han llegado ese mismo día, responsables de PACMA (Partido Animalista Contra el Maltrato Animal), para sumarse a la expedición, solicitar a la Xunta la suspensión de la temporada de caza, y hacer entrega a dicha Administración de un protocolo de actuación y de evacuación de la fauna (enviado con anterioridad, y sin respuesta por parte del Gobierno gallego).

Hoy día 6 de diciembre, Día de la Constitución, un grupo de la ONG "Amigos de la tierra", ha acudido a la zona carbonizada y devastada por el fuego, para comprobar el estado de la tierra. Dos meses después de la tragedia, la tierra quemada, sigue desprendiendo humo. Los voluntarios han acudido provistos de fardos de paja empaquetados, que han ido colocando en el caudal seco de los ríos, a modo de filtros, con objeto de que las próximas lluvias, no contaminen de ceniza la flora y la fauna de la zona.

Lo han hecho en un día tan señalado como el de hoy, para denunciar públicamente el incumplimiento del artículo 46 de la Carta Magna, que en su apartado segundo especifica: "Los poderes públicos velarán por la utilización racional de todos los recursos naturales, con el fin de proteger y mejorar la calidad de vida, y defender y restaurar el medio ambiente, apoyándose en la indispensable solidaridad colectiva". Artículo que añade en su apartado tercero: "Para quienes violen lo dispuesto en el apartado anterior, en los términos que la ley fije, se establecerán sanciones penales o, en su caso, administrativas, así como la obligación de reparar el daño causado". Un apartado, este último, que la justicia no aplica a los terroristas ecológicos, por medio de programas de reforestación.

Se aproxima la Navidad, y muchos ciudadanos, disfrutarán de la compañía de sus seres queridos, entre los cuales pasarán desapercibidas las propias mascotas. Otros en lugar de ir a la montaña o al parque a abrazar un árbol, pagarán de su bolsillo el desgarro, el secuestro, el dolor y la muerte de un árbol que decorará (sic), durante unos días el rincón de una estancia. La bondad quedará relegada de forma exclusiva a los humanos, y los animales y las plantas, serán sacrificados, para nuestro deleite decorativo y gastronómico.

Atrás quedarán historias como la de Lucinda, una pastora alemana que gracias a sus aullidos, y a sus insistentes llamadas con la pata en la puerta, logró salvar este verano en Nigrán (Pontevedra), la casa y la vida de sus tutores, Ana Lauteria y José Pereira. Mientras los esqueletos ennegrecidos de muchos árboles, seguirán posando muertos de pie, víctimas de la política ensimismada de la lenta, cómplice y silente burocracia. Sin mostrar siquiera un mínimo gesto de agradecimiento y de consideración a los españoles que no solo sienten su tierra, sino que además aman su flora, su fauna y su gente.

José Luis Meléndez. Madrid, 6 de diciembre del 2017
Foto: wikimedia.commons.org.

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