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12 de enero de 2015

¡Qué injusto es el amor!

Bienvenidos al parque del amor, al trepidante mundo de la montaña rusa, y de los cochecitos de choque

Imaginemos los tres tipos de amor. El amor individual a uno mismo (narcisista), el amor de pareja (romántico), y el amor a los demás (altruista), con sus respectivos subtipos y niveles. De la justicia tenemos un concepto aproximado, pero empecemos por definir el amor, al ser un término ambiguo y profundo, con objeto de no dar lugar a confusiones. Según la RAE, el amor es un “Sentimiento intenso del ser humano que, partiendo de su propia insuficiencia, necesita y busca el encuentro y unión con otro ser". Pocos sustantivos despiertan tantos adjetivos como veremos más adelante, pero ¿son compatibles estos tres tipos de amor? Si, aunque que la cantidad de los mismos, es inversamente proporcional a la calidad de los sentimientos. Por ejemplo, un sujeto con predominio narcisista, tendrá menos capacidad de entrega, con su relación romántica y altruista.

A simple vista, el amor narcisista parece el más sencillo, pero no es tan fácil amarse, antes de saber quererse uno mismo. Se podría inferir que es el amor más difícil. El amor romántico, es más espontáneo, más químico y físico. Es el amor pasional. El amor social, altruista o universal, es un sentimiento más generoso hacia los más débiles. Es un amor más tranquilo, profundo, elevado y tal vez eterno, que alguien puede sentir hacia otro ser. Se asemeja al amor de una madre, lo que los lamas tibetanos denominan el corazón del Bodhisattva.

El amor tiene sus propias leyes y su ritual. La mirada, el roce, la llamada, la cita, el beso, la caricia, el abrazo, el revolcón, el acto, la relación y la ruptura. Sus dulces inicios y sus amargos finales. Sus frases y sus mensajes encriptados, sus diminutivos íntimos. El sistema suele magnificar su concepto independientemente de sus efectos sobre los sujetos. Y lo hace sin autoridad moral, sin habernos enseñado en la escuela, durante los años de la pubertad, a querernos a nosotros mismos, y a los demás. Los conceptos de familia, pareja, sexualidad, y una cierta reflexión filosófica, para saber si estamos hechos para una futura vida en pareja. Nada de eso. Ya se encargará la Iglesia, cuando sea demasiado tarde. Algo de responsabilidad, sí que debiera de asumir el sistema.

El día de San Valentín, es una clara comercialización de los sentimientos más íntimos de la persona. ¡Qué falta de espontaneidad, de personalidad, y de originalidad! Por favor, no necesitamos que nadie nos monte un numerito con tiempo, dinero y energías a su favor. Hemos crecido y somos mayorcitos. “Compre y regale objetos, en lugar de ser más original, y libre con su pareja y con usted mismo”. Demasiado tenemos con haber caído bajo las flechas de cupido, sin nuestro previo consentimiento, ¿no les parece?

Luego está el chantaje emocional a los solteros/as, con frases del tipo: “todavía no ha encontrado su estabilidad emocional” ¿Cómo? ¿Nos están llamando acaso, desequilibrados? ¡Cuidado!. ¿Qué concepto del equilibrio, de la responsabilidad, de la independencia, de la madurez, y de la autoestima, entre otros, tiene esa persona que necesita a su lado alguien, de manera constante para sentirse equilibrado? ¿Con qué autoridad moral pronuncian estas frases de peluquería?

Qué de envuelto y sofisticado nos presenta la sociedad este producto. Ni un paquete bomba, despierta ante el espectador tantas sospechas. Vamos a sublimar los instintos, y en lugar de tener sexo con valores, disfracémosle de relaciones prematrimoniales. Vale, suena y me siento mejor, porque hacer estas cosas con alguien, y reconocer la realidad y hablarle con sinceridad, nos sigue dando todavía una cierta vergüenza sucia y pecadora. Qué pena que tengamos este pudor para hacer las cosas más bonitas, y que nos sobre valor, para hacer las cosas más feas. No te preocupes, querido lector. Es el resultado de esta sociedad hipócrita que hemos, o nos han creado.

Pero hablemos de lo injusto del amor. Nos sobran sentencias y refranes. Todos conocemos más de media docena, que encierran verdades como puños, cerrados con rabia e impotencia para muchos. Todos lo sabemos. En el amor sistémico o establecido por la sociedad, perdemos en derechos y ganamos en obligaciones. Tenemos que ser buenos padres, excelentes cónyuges, más obedientes, más cariñosos, más comprensivos. Forjarte un sustento económico para tu posible separación, ser un hombre dispuesto, alegre, y sobre todo un buen amante. No te olvides de disminuir tu rendimiento en alguna de estas obligaciones. Puede que lo lamentes el resto de tu vida.

El amor, en la mayoría de los casos, consiste en una intervención emocional ajena al sujeto, con ciertas disminuciones del raciocinio. Un proceso físico y químico ¿Serían legales muchas bodas realizadas en estos estados emocionales y alterados de la conciencia? Interesante pregunta para que respondan los juristas. Recordemos su funcionamiento. Las feromonas activan nuestras glándulas. Éstas a su vez segregan hormonas que van pasando a nuestro torrente sanguíneo, y este a su vez recorre todos nuestros órganos, hasta llegar al cerebro. Una vez que se completa este proceso, por medio de reacciones químicas, podemos sentir emociones “artificiales” de relación estable, sentir como aumenta nuestro ritmo cardiaco, y nuestra circulación sanguínea. Luego está quien elige a quien.

Las estadísticas cantan. El cincuenta por ciento de las parejas se separan. En el otro cincuenta por ciento, existen matrimonios de conveniencia, que aguantan y capean la situación, por miedo o incapacidad de llevar a cabo esta acción. El resultado es demasiado elocuente. Mientras, las autoridades sanitarias reparten trípticos en los consultorios, para que los pacientes sepan prevenir y diferenciar la gripe del constipado, pero no para distinguir un enamoramiento de un flechazo o de un amor en toda regla. Queda mucho por hacer. Nada más que todo. Dejemos que transcurran los siglos, para que se multiplique la especie, los cuerpos y las almas.

El amor, mientras dura, aseguran los estudios científicos, mejora la circulación sanguínea, la práctica totalidad de las distintas partes del cerebro, refuerza el sistema inmunológico, etc. Los efectos secundarios, vienen en letra pequeña, en otro prospecto, y en otro idioma: pérdida de objetividad, disminución de la autoestima, desconexión con la realidad, dependencia emocional, idealización del otro, trastornos psicológicos, e intentos de suicidio. ¿No es el amor, al ser una enfermedad o alteración transitoria, un problema sanitario?

Las personas que lo han padecido, y lo han superado, tienen motivos para sentirse satisfechas, si además piensan que hay personas que se van, sin saber lo que es el amor en cualquiera de sus manifestaciones. Bienvenidos al parque del amor, y al trepidante mundo de la montaña rusa, y de los cochecitos de choque.

José Luis Meléndez. Madrid, de Enero del 2015.
Fuentes de la imagen: Flickr.com

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